Incoherente relación entre el periodismo y la ficción de Stephen Glass


periodismo, maría laura martínPr15_Glass/María Laura Martín

La importancia de la  notoriedad periodística dentro de un mundo de mucha competencia y el ritmo vertiginoso de la profesión quedan plasmados en la película “El precio de la verdad”, de Billy Ray.

Stephen Glass es un periodista de 26 años que trabaja para la revista The New Republic, y colaborador en The Rolling Stone y Harper’s. Su punto fuerte como profesional es narrar las noticias de forma espectacular, utilizando este término para referirnos a un modelo de escritura basada en las exageraciones y las florituras. Glass era la estrella de la publicación porque obtenía una importante notoriedad con sus artículos, popularidad que se transmitía a la revista en ventas.

Dos situaciones se narran paralelamente en la película. Por un lado, Stephen explica a unos alumnos de periodismo cómo es la labor periodística dentro de un medio tan importante como The new republic y, por el otro, el director nos lo enseña de forma práctica, es decir, podemos ver cómo se eligen las noticias que se van a desarrollar, quién decide qué se cubre y que no, cómo trabajan los periodistas (solos y en grupo) y todos los filtros por los que tiene que discurrir una noticia para poder ser publicada.

La validez de las fuentes es la verdadera protagonista de la obra. Las noticias que Glass redactaba contenían multitud de datos, nombres y apellidos de personas concretas, lugares, eventos y empresas. Él no los escondía. El problema radicaba en que el control de la veracidad de los mismos no era riguroso, se basaba en la comprobación de estos a partir de su aparición en las notas que el periodista tomaba durante la cobertura de los hechos. La despreocupación del medio con respecto a este punto denotaba su irresponsabilidad, dando una libertad ilimitada al comunicador.

La notoriedad puede ser buena o muy perjudicial cuando no se hacen las cosas bien. Forbes Digital estaba muy pendiente de los movimientos de Glass. El artículo «Hack Heaven» llamó su atención y comenzaron a comprobar que cada una de las fuentes, eran falsas. Esto marcó el declive de su credibilidad y de su desarrollo profesional en The new republic. Este descubrimiento puso de manifiesto que la mala prensa de los medios digitales no estaba fundamentada, sin embargo, los medios convencionales tenían sus fallos, a través de los cuales ‘colaban’ hechos falsos.

Stephen Glass encuentra su lugar fuera de la revista. Sabe aprovecharse de su error.

Titulares

  • “El periodismo es el arte de captar el comportamiento”
  • «Hay un hueco en el sistema de control de datos. Muy grande. Los hechos en muchas notas pueden comprobarse en ciertas fuentes (…) pero en otras notas, la única fuente disponible son las notas del periodista”
  • “Las anotaciones son cruciales. Tienes que apuntar todo lo que ves”
  • “El periodismo está lleno de fantasmas, de fanfarrones imbéciles(…) si eres un poco humilde, un poco solícito, puedes sobresalir”
  • “Un gran director defiende a sus redactores contra quien sea, planta cara y lucha por los suyos”

Conclusiones

Las mentiras de Stephen Glass no forman parte de un caso aislado. Muchos periodistas han caído en este error, muchas veces no fortuito. Encontrar la noticia impactante, cubrirla correctamente y narrarla de forma atractiva no debe ser algo que esté reñido con la búsqueda de la veracidad. El problema es que requiere de mayor dedicación y esfuerzo. Inventar es el camino fácil y, absolutamente contrario a la esencia del periodismo.

La inmediatez que se exige a los medios de comunicación obliga a los periodistas a narrar los hechos de forma casi simultánea a su acontecimiento. La revisión de los datos a través de fuentes fiables es de suma importancia en este momento. Sobre todo, comprobar lo que ocurre inmersos en la vertiginosa tarea de ser el primero de contarlo puede hacer que el profesional tropiece y se deje llevar por comentarios no contrastados. La presión de la actividad periodística no excusa la falta de rigurosidad.

El mercado de la comunicación es inabarcable. Los medios de comunicación  son empresas, dato que, en muchos casos, le acerca a la actividad mercantil y le aleja de los objetivos periodísticos. Comprobarlo es muy sencillo, no hay que fijarse en la mentira sino en la exageración de sucesos que, por el contrario, no deberían tener mayor relevancia. En algunas cadenas de televisión he encontrado noticias sobre las botas en invierno o la operación bikini. Uno se pregunta ¿no pasa nada más importante en el resto del mundo? Si bien, la verdadera pregunta debería ser ¿le interesa al público conocer toda la verdad o prefiere entretenerse?

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